jueves, 10 de mayo de 2018

Ay, humor

El Miradero                                                                          F. Javier Díaz Revorio

Ay, humor



            La palabra “serio” tiene varios sentidos, y en algunos de ellos puede ser contraria a “alegre” o “desenfadado”. Pero si entendemos serio no como “severo en el semblante, en el modo de mirar y hablar”, sino más bien como “real, verdadero y sincero, sin engaño o burla, doblez o disimulo”, o como “grave, importante, de consideración” (que son, probablemente, sus sentidos más positivos), resulta que el que algo o alguien sea serio no solo es compatible con que sea alegre, sino incluso con que resulte ameno o divertido. Lo contrario de divertido no es, desde luego, serio, sino aburrido. Y ser aburrido no es ningún valor. Más bien al contrario, suele resultar positivo utilizar medios amenos, alegres y atractivos para abordar cuestiones serias, siempre que no se confunda el medio y el fin. El sentido del humor resulta saludable tanto a nivel individual como social.


            Creo que, en principio, todo es susceptible de ser abordado con sentido del humor, aunque no toda forma de humor puede legitimar siempre lo que sea objetivamente ofensivo o hiriente. El Tribunal Supremo de Estados Unidos, en Hustler Magazine vs. Falwell, de 24 de febrero de 1988 (uno de los asuntos que refleja la película que se tituló en España El escándalo de Larry Flynt) protege especialmente aquella comunicación que constituye evidentemente una parodia, y no resulta realmente creíble ni verosímil. La libertad de expresión protege todos los gustos, incluso aquello que la mayoría pueda considerar de mal gusto. En general, la jurisprudencia da una mayor protección a aquellas manifestaciones en las que prevalece el animus iocandi. Aunque esto no puede afirmarse de una manera categórica o absoluta, ya que en cualquier mensaje dicho animus puede convivir con un claro animus iniuriandi, y no siempre es fácil determinar cuál prevalece, ni la intensidad de esa intención de ofender o injuriar. A mi juicio, el humor nunca debería ser utilizado meramente como una coartada, excusa o forma de encubrir la intención de lesionar de forma clara el honor, la intimidad, u otros valores constitucionalmente protegidos. En cuanto a los valores o principios colectivos, cada sociedad en cada momento tiene un grado de sensibilidad especial frente a determinados temas, pero en ningún caso ello debería impedir abordarlos con humor. Ese genial castellanomanchego que es José Mota, por ejemplo, siempre ha sabido hacer buen humor sin ofender, aunque muchas veces sus parodias encierren profundas críticas a nuestra sociedad. El humor bien entendido debe empezar con uno mismo. Y en una sociedad que en algunos aspectos parece siempre tensa y a veces hasta desquiciada, el humor es la mejor terapia.

(Fuente de la imagen: https://www.lifehack.org/584343/having-sense-humor-worse-than-being-boring)

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