El Miradero F.
Javier Díaz Revorio
Ay, humor
La palabra “serio” tiene varios
sentidos, y en algunos de ellos puede ser contraria a “alegre” o “desenfadado”.
Pero si entendemos serio no como “severo en el semblante, en el modo de mirar y
hablar”, sino más bien como “real, verdadero y sincero, sin engaño o burla,
doblez o disimulo”, o como “grave, importante, de consideración” (que son,
probablemente, sus sentidos más positivos), resulta que el que algo o alguien
sea serio no solo es compatible con que sea alegre, sino incluso con que
resulte ameno o divertido. Lo contrario de divertido no es, desde luego, serio,
sino aburrido. Y ser aburrido no es ningún valor. Más bien al contrario, suele resultar
positivo utilizar medios amenos, alegres y atractivos para abordar cuestiones
serias, siempre que no se confunda el medio y el fin. El sentido del humor
resulta saludable tanto a nivel individual como social.
Creo que, en principio, todo es
susceptible de ser abordado con sentido del humor, aunque no toda forma de
humor puede legitimar siempre lo que sea objetivamente ofensivo o hiriente. El
Tribunal Supremo de Estados Unidos, en Hustler
Magazine vs. Falwell, de 24 de febrero de 1988 (uno de los asuntos que
refleja la película que se tituló en España El
escándalo de Larry Flynt) protege especialmente aquella comunicación que
constituye evidentemente una parodia, y no resulta realmente creíble ni
verosímil. La libertad de expresión protege todos los gustos, incluso aquello
que la mayoría pueda considerar de mal gusto. En general, la jurisprudencia da
una mayor protección a aquellas manifestaciones en las que prevalece el animus iocandi. Aunque esto no puede
afirmarse de una manera categórica o absoluta, ya que en cualquier mensaje
dicho animus puede convivir con un
claro animus iniuriandi, y no siempre
es fácil determinar cuál prevalece, ni la intensidad de esa intención de ofender
o injuriar. A mi juicio, el humor nunca debería ser utilizado meramente como
una coartada, excusa o forma de encubrir la intención de lesionar de forma
clara el honor, la intimidad, u otros valores constitucionalmente protegidos. En
cuanto a los valores o principios colectivos, cada sociedad en cada momento
tiene un grado de sensibilidad especial frente a determinados temas, pero en
ningún caso ello debería impedir abordarlos con humor. Ese genial castellanomanchego
que es José Mota, por ejemplo, siempre ha sabido hacer buen humor sin ofender,
aunque muchas veces sus parodias encierren profundas críticas a nuestra
sociedad. El humor bien entendido debe empezar con uno mismo. Y en una sociedad
que en algunos aspectos parece siempre tensa y a veces hasta desquiciada, el
humor es la mejor terapia.
(Fuente de la imagen: https://www.lifehack.org/584343/having-sense-humor-worse-than-being-boring)
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