jueves, 13 de julio de 2017

De la edad y otros tabúes

De la edad y otros tabúes



Los eufemismos se convierten a veces en palabras tabú, y hay que buscar entonces un nuevo eufemismo. Probablemente eso sucede porque hay algunas realidades que no nos gustan, o al menos nos incomodan, y para referirnos a ellas tratamos de usar un lenguaje que no moleste, o quizá más bien un lenguaje que no nos moleste a nosotros mismos. Por supuesto, el eufemismo tiende a ser, en estos casos, una expresión lo más larga posible, quizá porque el lenguaje políticamente correcto tiene tendencia a la perífrasis y al circunloquio, o porque subyace la idea de que tal vez dando un rodeo evitamos esa incomodidad que nos produce la realidad, o al menos resultamos algo más distantes, elusivos y por ello más diplomáticos. El caso es que así, por ejemplo, aunque hace casi cuarenta años nuestra Constitución hablaba (y técnicamente, lo sigue haciendo hoy) de “disminuidos físicos, sensoriales y psíquicos”, actualmente esta expresión nos resulta horrorosa, porque pronto fue erradicada y sustituida por “minusválidos” que tampoco nos parece adecuada porque a su vez fue reemplazada por “discapacitados”, y así hasta que se encontró la perífrasis más enrevesada de “personas con discapacidad”, aunque ahora muchos sustituyen esta expresión por la de “personas con capacidades diferentes”. Podríamos poner muchos ejemplos de fenómenos similares, pero me quiero centrar en el relativo a la edad, aspecto en el que la palabra “viejos” fue sustituida por “ancianos”, pero este término tampoco gusta y se dice más diplomáticamente “personas de la tercera edad”; y aun así, como nadie parece querer apuntarse con demasiado entusiasmo a ese colectivo, se usa a veces la expresión “personas mayores”. Sin embargo, como es notorio, la palabra “joven” no ha necesitado ninguna sustitución, y se usa casi siempre en un contexto elogioso. Decirle a alguien “joven” es siempre positivo, y cuando es obvio que no puede utilizarse porque resultaría necesariamente irónico, se usan expresiones como “joven de espíritu” o similares.


Pero la verdad es que nadie se libra del inexorable paso del tiempo y de sus efectos. Tal vez decimos “tercera edad” porque así sentimos que ese momento puede resultar más o menos lejano para nosotros. Pero la realidad es que no hay tres edades. Empezamos a morir desde que nacemos, y nadie puede detener el tiempo. Cada momento que vivimos nos hace a la vez mayores y más expertos, y sin duda alguna un poco más sabios. A lo sumo, podría pensarse que hay una transición, más o menos acelerada según los casos, entre un período de la vida en el que suelen pesar más las esperanzas, los sueños y las ambiciones, y otro en el que ganan terreno las experiencias, los conocimientos adquiridos, las vivencias experimentadas, los recuerdos. Algunos afirman (o presuponen) que sentirse joven, o actuar como un joven, es siempre un activo, pero yo creo que lo deseable sería ese punto de equilibrio entre la alegría por lo que se espera y la satisfacción por lo que ya se tiene. Quizá nadie nos pueda quitar la ilusión por el futuro, pero lo único que es seguro es que nadie nos usurpará nuestro pasado. Tal vez la única idea de la juventud que conviene mantener siempre es la de que lo mejor ha de estar por llegar. Pero sería ingenuo y torpe pensar así, y al tiempo ignorar que ello solo será posible gracias a la experiencia, los conocimientos, la madurez y la tranquilidad que solo el tiempo nos puede otorgar.  

(Fuente de la imagen: https://es.dreamstime.com/imagenes-de-archivo-todas-las-categor%C3%ADas-de-la-edad-image28160714)

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