miércoles, 19 de julio de 2017

25 años de Barcelona´92

25 años de Barcelona´92



            Dado que el año 1992 fue tan emblemático y pródigo en acontecimientos relevantes, ahora podemos recordar el cuarto de siglo transcurrido desde todos ellos: el quinto centenario del descubrimiento (o encuentro de dos mundos), la Expo de Sevilla y, desde luego, los Juegos Olímpicos de Barcelona, hasta ahora los únicos en la historia que se han celebrado en territorio español. Seguramente lo primero que produce un aniversario de este tipo, al menos a las personas de mi edad, es el vértigo que da comprobar lo rápido que pasa el tiempo, pues recuerdo con nitidez todos los acontecimientos de aquel año como si hubieran sido ayer, y sin embargo, si me fijo en mi propia vida, reparo también en lo mucho que ha cambiado y evolucionado, en lo que a mí me parece un suspiro, un abrir y cerrar de ojos, “in ictu oculi”, como leemos en la famosa pintura de Valdés Leal. Y a decir verdad, esa desazón y melancolía se incrementa cuando uno piensa en el acontecimiento en concreto, y también en lo que ha cambiado España y el mundo desde entonces. Comenzando por lo primero, por más que intento recordar con objetividad y dejar de lado cualquier mito o leyenda que se haya podido formar al respecto, no deja de parecerme que el evento rozó la perfección. La organización fue excelente, la escenificación, elegante, sorprendente, innovadora (cómo olvidar la forma de encender el pebetero, o las canciones de la inauguración y clausura) pero sin caer en el recargamiento o exageración de otros juegos posteriores. En lo deportivo, un éxito de la delegación española de tal calibre, que no se ha vuelto a repetir ni por aproximación en los juegos posteriores. Una envidiable sexta posición en el medallero, incluyendo algunos oros emblemáticos, como el fútbol o los 1500 metros en atletismo. 

 

  
          Pero además, el acontecimiento fue una prueba de que las cosas salen bien cuando todos remamos en el mismo sentido, cuando hay cierta coordinación y armonía. Puede que haya alguna excepción, pero en general aquel éxito debe repartirse con justicia entre las instituciones del Estado, de Cataluña y de la ciudad de Barcelona, y desde luego entre todos los ciudadanos que se implicaron. Hasta los símbolos convivieron pacíficamente (lo cual es muy representativo), y así se pudieron ver todas las banderas y escuchar los himnos de España y Cataluña, mientras ambos idiomas se utilizaron armónicamente, junto al inglés, en las ceremonias oficiales. Hasta el Camp Nou contempló la que acaso haya sido la última exhibición de esa convivencia, y se llenó en la final de fútbol de banderas españolas, junto con otras de diversas comunidades autónomas. Si hoy viéramos eso, nos frotaríamos los ojos con incredulidad pensando que es un espejismo o un sueño, lo que es motivo suficiente para pensar en qué hemos hecho mal como sociedad para llegar al punto en que ahora nos encontramos. Por último, parece que en 1992 el mundo, que casi acababa de contemplar la caída del muro de Berlín, se acercaba esperanzado a un nuevo siglo en el que todo podía ser mejor tras superar la polarización. Hoy, en cambio, contemplamos cómo la presente centuria nos ha traído la amenaza terrorista, la mayor crisis económica y social en décadas, y otros efectos negativos de una globalización que no ha supuesto exactamente ese mundo más cercano, interconectado y sin fronteras que entonces imaginábamos. Por eso el recuerdo de Barcelona´92 viene unido al de un momento quizá efímero en el que vivimos un presente fabuloso, y al de aquel futuro en común que entonces imaginamos… y hoy ya no estamos seguros de si podrá ser.

(Fuente de las imágenes:http://www.marca.com/2013/09/04/mas_deportes/madrid-2020/1378290354.html y http://www.promotorevents.com/?portfolio=barcelona-92&lang=es )

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