jueves, 19 de mayo de 2016

La urna rota

La urna rota


         Cinco años después del 15-M, y cuando la crisis económica comienza a superarse, estamos en un momento en el que ya puede haber cierta perspectiva para valorar lo que realmente ha significado toda la situación vivida en los últimos años respecto a nuestro sistema democrático, aunque desde luego estos fenómenos son comunes a muchas sociedades occidentales. Desde mi punto de vista, yerran tanto aquellos que piensan que todo esto ha sido un fenómeno pasajero y que todo volverá a ser como era, como quienes creen que esto ha sido el inicio de una revolución total que conducirá a la implosión de nuestro sistema (según ellos corrupto e inválido hasta la médula) y sus sustitución por otro. Porque, en primer lugar, me parece que hay cosas que están cambiando y tendrán que cambiar definitivamente. No se trata ya de si los “partidos emergentes” han llegado para quedarse, o terminaremos volviendo a un modelo bipartidista imperfecto. Esto es cuestión secundaria. Lo que ahora ha cambiado y no creo que tenga retorno, son cuestiones más profundas vinculadas, por un lado, al funcionamiento y a la democracia interna de los partidos, a la relación entre electores y representantes, y a la necesidad de establecer controles y mecanismos ágiles y eficaces para frenar la corrupción. Estos cambios, quizá a ritmo diferente en los distintos partidos, se van a ir implantando, al igual que nuevas formas de participación que den lugar a una democracia más abierta. Pero, por otro lado, creo que los pilares de nuestro sistema constitucional siguen siendo perfectamente válidos. La separación de poderes, la soberanía popular y los derechos fundamentales constituyen una axiología irrenunciable. Nuestro modelo de democracia es representativa. Nuestra Constitución de 1978, que tiene plena actualidad en cuanto a sus principios esenciales, requiere sin embargo de reformas profundas en muchos aspectos que afectan al desarrollo y garantía del catálogo de los derechos, o a la conveniencia de remover ciertas limitaciones y obstáculos a la participación, pero desde luego eso ha de hacerse mediante una reforma en la que el “poder constituyente constituido” actúe de acuerdo a los procedimientos constitucionalmente establecidos.


Algo quizá se ha roto en la relación entre ciudadanos y representantes políticos (otros dirían entre la “gente” y la casta”), pero esa relación puede y debe recuperarse y fortalecerse, pues ni el mundo ni la historia conocen sistemas que hayan funcionado mejor que nuestras democracias representativas.  Todo esto, que es algo que yo he venido pensando durante estos años, está bastante en la línea de un libro muy interesante que he leído recientemente y quiero recomendar a mis lectores, cuyo título he usado para encabezar esta columna. “La urna rota” (Debate, 2014), una obra del colectivo que responde al nombre de Politikon (www.politikon.es), realiza en primer lugar un riguroso diagnóstico de los problemas fundamentales de nuestra sociedad; para, en una segunda parte bastante completa, analizar con objetividad las principales soluciones propuestas, en materia de democracia interna de los partidos, reforma electoral, transparencia y control, fortalecimiento de la sociedad civil, políticas públicas o participación directa. Analiza –sin magnificar su valor- fórmulas conocidas en el derecho comparado o propuestas por la doctrina, y en mi opinión, aunque no ofrece una solución en forma de “varita mágica”, apunta las líneas y tendencias adecuadas para salir de esta profunda crisis política e institucional. En suma, una propuesta reformista del mayor interés.

(Imagen tomada de https://www.amazon.es/Urna-Rota-DEBATE-POLITIKON/dp/8499924042)

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