Ibáñez
Pero
como he dicho, para mí no había ninguno comparable a Mortadelo y Filemón. Las historias de estos agentes de la “TIA”
eran un perfecto combinado entre un irónico reflejo de la sociedad, la
autocrítica a las chapuzas nacionales, la parodia de las series y películas de
espionaje, los justos toques de imaginación y fantasía, muchas dosis de
exageración, que resultaba uno de los ingredientes más hilarantes, y una
especie de “superhéroe de andar por casa” al que todos admirábamos de algún
modo, que era el personaje protagonista. Era “el último de la fila” de aquella
agencia surrealista, pero sin duda el más listo, el más gracioso, y el que más
empatía generaba. Un personaje alto, calvo, con su eterna levita (salvo que
estuviera disfrazado) y con la peculiaridad de carecer de hombros. Nada más
divertido que ver cómo podía cambiar de disfraz de viñeta a viñeta, con una
variedad de ellos cercana al infinito. Pero no todo era Mortadelo, porque nada
sería igual sin Filemón, ese “jefe” que siempre se llevaba la peor parte,
generando así cierta simpatía a pesar de ese aparentemente tan “mandón” y estricto;
o sin el superintendente Vicente, siempre dispuesto a encargar las misiones más
absurdas y a criticar a sus subordinados por su inutilidad; o sin el inefable
profesor Bacterio, el más divertidos de los “científicos locos” que jamás he conocido,
cuyos inventos siempre producían el efecto contrario al perseguido… El resultado
de ese cóctel siempre provocaba gran cantidad de accidentes, caídas, golpes o
palizas… que podían traer como consecuencia la rotura de todos todos los huesos
del cuerpo y el vendaje total, pero no importaba porque los personajes podían
curarse al instante como por arte de magia. En fin, el responsable de tantas
sonrisas y carcajadas de mi infancia, cumple ahora 80 años. Dice que con los
políticos y la realidad actual le ha salido una “competencia desleal”, porque
hacen más gracia que sus historias. La verdad es que estas eran y siguen siendo
(porque Ibáñez ni mucho menos se retira) insuperables. ¡Muchas felicidades,
maestro!
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