La
hora de la responsabilidad
Los resultados de las elecciones
generales del 20 de diciembre ponen de relieve, en primer lugar, que nuestro
sistema de partidos ha cambiado desde un bipartidismo bastante imperfecto y
limitado, que es lo que teníamos, a un pluripartidismo. Pero desde el punto de
vista de la gobernabilidad, la situación es mucho más difícil de lo que cabía
imaginar, pues diversas encuestas aventuraban la posibilidad de que la eventual
suma de dos partidos alcanzase la mayoría absoluta, pero esa situación no se ha
dado, de manera que todas las combinaciones posibles de dos, excepto la suma
PP+PSOE, se quedan lejos de esa cifra de 176 que aseguraría la gobernabilidad.
Por lo demás, durante la campaña los distintos candidatos han reiterado qué
tipo de combinaciones excluían, o qué tipo de apoyos no estarían dispuestos a
prestar. Pero la situación es tal que nos puede parecer que, si todos cumplen
en este terreno lo que han prometido, no habría posible gobierno y volveríamos
a unas elecciones dentro de poco más de tres meses.
Por eso creo que ha llegado la hora
de analizar la situación desde otro punto de vista. El momento de romper las
dialécticas habituales de izquierda-derecha, vieja-nueva política, partidos
tradicionales-partidos emergentes, y valorar la situación con responsabilidad,
anteponiendo en todo caso los intereses generales de España. Desde esta
perspectiva, la diferencia más notable sería entre constitucionalistas
partidarios de la unidad de España, por un lado, y los demás. No me refiero a
“constitucionalistas” como quienes niegan la posibilidad de reformar la
Constitución (eso no lo hace ya nadie), sino a quienes sostienen que cualquier
reforma debe, en primer lugar, seguir escrupulosamente los procedimientos
establecidos, y en segundo lugar, debe respetar los principios y valores
fundamentales de la Constitución, como la democracia, los derechos, la
separación de poderes, la unidad de España y la monarquía parlamentaria. Si
analizamos la cuestión desde esta perspectiva, la aritmética demandaría un
pacto entre PP, PSOE y Ciudadanos. Enseguida dirán algunos que eso es imposible
o inviable, o comenzarán a discutir sobre quién debería liderar un gobierno con
tales apoyos. Si pensamos en el interés general, esto último sería secundario,
pero si tuviera que pronunciarme, creo que la opción más aceptable por todos
sería que lo presida el líder de Ciudadanos, Albert Rivera, como partido
ideológicamente intermedio entre PP y PSOE. Esta propuesta exige desde luego
importantes sacrificios y renuncias, sobre todo a PP y PSOE. Al primero, porque
debería renunciar a presidir el Gobierno a pesar de haber ganado las elecciones
en votos y escaños; y el segundo, porque le haría descartar la opción (no por
remota y arriesgada, menos posible) de liderar él mismo un gobierno de
izquierdas e independentistas. Pero también tendría sus ventajas para ellos:
para el PP se antoja como la única posibilidad de participar en el próximo
Gobierno; para el PSOE, es también la única opción razonable de participar en
el Gobierno sin entregarse a las exigencias independentistas, ni ser
inmediatamente fagocitado e instrumentalizado por Podemos. Sin incumplir por
ello su promesa de no apoyar una investidura de Rajoy o un pacto directo y
exclusivo con el PP. Para C´s, supondría pasar de una posible irrelevancia a
ser el pilar del Gobierno, algo ganado como única opción de “engrasar” las
siempre chirriantes relaciones entre PP y PSOE. Pero más importante que todo lo
anterior es que esa opción sería buena para España. Si lo vemos con frialdad,
las muy notables diferencias en muchos temas entre PP, C´s y PSOE son en este
momento menos relevantes que lo que les une. Además, esta sería la oportunidad
de abrir los grandes pactos de Estado que algunos venimos reclamando hace años
en los temas medulares, como por ejemplo educación, garantías sociales mínimas,
sistema electoral y, desde luego, la propia Constitución. No olvidemos que esta
requiere mayorías cualificadas para su reforma, que no pueden alcanzarse sin un
pacto de este tipo, sobre todo si consideramos que el PP, además de ser la
fuerza más numerosa en el Congreso, tiene mayoría absoluta en el Senado. De
manera que cualquier pacto que deje fuera al PP correría el riesgo de frustrar
una de las principales propuestas que han hecho tanto PSIOE como C´s (y también
podemos, que desde luego de ese proceso no debería quedar excluido), como es
precisamente la reforma constitucional. Pero el PP no debería intentar una
investidura de Rajoy si sabe que esta será rechazada tanto en primera como en
segunda votación.